Hoy hace 3 años que empezé con este blog. Llevo una buena temporada que lo tengo abandonado, sigo "empapado" pero no inspirado. Ya no sé si es que mis hijas ya no hacen lo que hacian antes, o que yo estoy demasiado distraido y no me doy cuenta que lo siguen haciendo.
Tengo apuntadas historias antiguas, las iré publicando, lo prometo. A lo mejor le doy otro enfoque al blog, pero siempre intentando arrancar una sonrisa, que para sufrir ya está el telediario o tener una hija con un pelín de mala leche.
Un ejemplo, dentro del protocolo de las duchas, está el desenredar y el pasado de liendreras, más vale prevenir que no sufrir. Pues durante el largo proceso (alguna vez he empezado a pasar liendreras y cuando he acabado había un gobierno diferente en España), me pongo a jugar con las niñas a "veo, veo", "ni sí, ni no", o "papá cuentame tú vida cuando eras joven". Este último juego es el que menos me gusta (ahora me entendereis). Con la mediana es normal las preguntas del tipo:
— ¿En tu siglo había televisión? ¿Tenía sonido? ¿Era a color?
— Sí, sí y sí, no había mando a distancia, pero para eso estaba yo, el hermano pequeño.
— ¿Tenias colegio?
— Claro, y he pasado por unos cuantos.
— ¿Te echaron de todos?
— GRRRR
— ¿Ibas a caballo? ¿Estaba en el campo?
— Sí, al lado de la choza de Heidi.
— ¿Siempre has sido así de mayor? Mamá tienes más años, pero parace muchísimo más joven.
— Ella no te pasa la liendrera, parte con esa ventaja.
Después de explicarle que no iba montado en burro al colegio, me empieza a preguntar sobre mis trabajos. En una de esas le conté que trabajé en un periódico en el turno de noche, que en esos meses que duró el trabajo, perdí 17 kilos (más o menos). La niña me mira fijamente desde el reflejo del espejo, y con total sinceridad y seguridad me dice:
— Papá, no te vendría mal trabajar de noche unos cuantos días a la semana, pero nada mal.
Dejo de mirar su precioso pelo rizado y levanto la vista al reflejo que muestra el espejo, cometo el error de mantener contacto visual, aunque sea un reflejo. Abro la boca, no llego a emitir sonido alguno.
— Antes de que me digas nada, mamá te lo agradecería, ya cuesta abrazarte.
Cierro la boca, miro la puerta para comprobar que nadie escucha y me acerco para cerrarla, por eso de que las represalias no se escuchen en el salón. Al final no le digo nada, tiene razón, si me pongo de perfil, cuesta abrazarme, es más sencillo saltarme que rodearme.
Con la pequeña el proceso de pasado de liendreras es diferente, más sencillo, más rápido (tiene el pelo liso), y con menos probabilidades de que mi orgullo salga herido.
— A ver papá, empieza por B y acaba por A.
— ¿Lavadorá?
— ¡Sí! ¿Cómo lo has sabido?
— ¿Por qué no dejas de mirarla y sonreir?
Bendita inocencia, recordarme que nunca le cuente que antes yo era delgado.
ESTOY EMPAPADO
viernes, 24 de noviembre de 2017
domingo, 29 de mayo de 2016
Expectativas, ese gran error
Lo malo de tener expectativas, es que rara vez se cumplen.
Cuando te enteras de que vas a ser padre, te imaginas como el mejor padre,
dando buenos consejos, siendo un buen ejemplo, jugando siempre con tus hijos,
siempre estando con una sonrisa en la cara. Pero después llega la realidad. Y
la realidad tiene cara, y es la cara de hijos.
También lo malo de las expectativas, es que hay veces que se
cumplen, y esas son las peores, ya que cuando se cumplen, te das cuenta de lo
que te ha costado alcanzarlas, y mantener ese ritmo hay veces que es imposible
de seguir. Alcanzas una vez la expectativa y después la dejas escapar como ese
globo de helio. Que sube, sube y sube y termina por explotar fuera del alcance
de la vista. Ojos que no ven dolor de cabeza que te ahorras.
Por tanto lo mejor es plantearte objetivos a corto espacio y
sencillos de cumplir, como por ejemplo levantarse de la cama (pero no decir
cuando).
Pongo unos ejemplos de mí día a día:
Cuando uno no tenía hijos, disponía
de todo el tiempo, y sobre todo de todo el tiempo en el WC. Cuando tienes el
primer hijo, eso se acaba, sobre todo cuando hay solo un cuarto de baño. Uno
tiene la expectativa de que esto no cambie mucho ¡¡¡JA!!!
Estoy en el WC, tranquilo, he
preguntado 100 veces si alguien tenía que entrar, que necesitaba entrar. Empiezan
a entrar todas, algunas varias veces, cuando han terminado y yo ya estaba a
punto de sondarme, me dispongo a hacer uso del servicio. Según tomo aposento
empiezan a golpear la puerta, no me lo puedo creer.
—¡¡¡Pero si os he avisado!!! ¡¡¡Si habéis pasado todas!!!
Más golpes, a distintas alturas
de la puerta, eso indica que hay dos niñas al otro lado. Por la altura deben
ser la mediana y la pequeña. O la mayor de rodillas, eso ya sería demasiado,
incluso para las situaciones subrealistas que vivo en el cuarto de baño de mi
casa.
—No queremos entrar papá, sólo te vamos a dejar en paz si nos llevas a
la feria.
Y para corroborar sus palabras
empiezan a dar más golpes a la puerta.
—¡¡¡Eso es chantaje!!! ¡¡¡Y está
muy mal!!!
—No sabemos lo que significa
chantaje, pero si sabemos lo que es la feria.
Ante el chantaje no hay que ceder
nunca, me pongo papel higiénico en los oídos y aguanto el chaparrón como puedo.
Más le vale no estar al otro lado de la puerta cuando salga.
NOTA DEL AUTOR: Repasando
el texto, me doy cuenta que pongo muchas exclamaciones, tantas como hijas tengo,
qué curioso.
Otra expectativa es que mis hijos iban a tener mis mismas
aficiones y gustos. No sé de dónde me saqué esta expectativa, menuda chorrada:
Vamos en el coche la mediana y yo
solos, vamos a hacer la compra semanal, es un buen momento para pasar un rato
padre hija, también para que me coja los productos que están en los estantes de
abajo…
—¿Papá puedo buscar un cd de música? Estoy cansada de la radio.
—Claro hija, yo también, pon lo que quieras.
Dicho y hecho, se pone a rebuscar
en la funda de los CD.
—Este no, este tampoco ¿Scorpions?
Qué nombre tan raro, este tampoco. Victor
y Ana en vivo ¿Son tus primos papá?
—Si hija son mis primos, ponlos si quieres, a ver si te gustan.
Me da el CD y lo pongo. Suenan un
par de canciones y la niña pone una cara al ver lo bien que cantan “mis primos”.
—¿Te gusta hija?
—No está mal, pero no entiendo las canciones. Voy a poner otro CD.
—Vale, no hay problema.
—Papá ¿Este CD a quién le gusta? ¿A ti o a mamá?
—A mí.
—¿Y este?
—A mí.
—¿Y este?
—Ese solo le gusta a mamá.
—Genial, pues ponlo.
—Ok, pillada la indirecta.
—¿Qué indirecta?
También uno tiene la tonta expectativa de ser un superhombre
para sus hijos, pero al final uno se queda con el “super” de supermercado:
Llegamos a casa, me quedo
despertando a la mayor, se queda en el coche muy pero que muy dormida,
despertarla me lleva un par de partidas del Candy
Crush.
Cuando lo consigo y mientras se
despierta me pongo a mirarla, está preciosa, pero preciosa, ojos color
chocolate, sonrisa pícara, labios perfectamente perfilados, facciones redondas, pestañas que podrían barrer todas las estrellas del cielo, pelo brillante bajo
el sol del atardecer.
—¡Pero qué guapa eres hijas mía! —Me sale del alma— ¿A quién habrás salido?
—A mamá evidentemente, no iba ser a ti, si no, no sería tan guapa.
Termina esta demoledora frase, se
da la vuelta, su brillante pelo baila al son del giro. Y me deja ahí, pasmado
como un pingüino en medio del Sahara, sin entender muy bien qué ha pasado.
Sé a ciencia cierta, que está
sonriendo, que ha disfrutado con ese ataque, después vendrá a darme un abrazo
cuando este leyendo y no me lo espere. Sé que lo ha hecho para chincharme. Sé
que me quiere y que para ella soy su superhéroe, nunca me lo dirá, tal vez sí,
eso me da igual. Pero ahora mismo soy ese pingüino en el Sahara.
Cierro el maletero, cojo todas
las mochilas del coche, me digo “si ves a
un hombre cargado no le preguntes si está casado” y me giro, observo como
su figura de mujer en ciernes se aleja en dirección al portal. Sonrío, estoy
orgulloso de ella. Me encantan esas salidas, aunque duelan. También hay que
reconocer, que ha salido a la madre. En eso tiene razón.
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miércoles, 27 de abril de 2016
Lo peor de ser padre...
Todos tenemos más o menos claro que es lo mejor de ser padre. Lo que no está tan claro es eso de lo peor. Algunos dirán que el perder la intimidad, otros el no volver a ver la casa ordenada, muchos dirán el complejo taxista que se les queda. También están los que dicen que el dormir con un ojo abierto, o el dormir directamente con los dos ojos abiertos. Todo eso es más o menos cierto, pero para mí, lo peor, es la SINCERIDAD.
¿La sinceridad? Claro está que no me refiero a la sinceridad positiva, por ejemplo cuando aparecen en la misma habitación un espejo roto, una pelota y ningún niño. Se pregunta al aire -¿Quién ha sido?- Y una vocecilla dice -Yooo- Esto es sinceridad positiva con mala puntería.
Yo me refiero a la SINCERIDAD, esa que nos da miedo a todos los adultos. Es el espejo que nos muestra nuestro reflejo más real y al que no podemos engañar metiendo tripa o poniendo el lado bueno. La SINCERIDAD no miente, no descansa y es CRUEL.
Ejemplo 1:
Vamos en el coche todos, es un día normal. Se pincha una rueda, deja de ser un día normal. Paro, estoy tranquilo (soy el macho alpha y no tengo rivales jóvenes cerca que me disputen mi momento de gloria varonil). Llamo a la grúa, no porque lo necesite, si no para tranquilizar a la familia, nunca viene de más un poco de ayuda.
El sitio donde he parado no es malo, hay mucho arcén y buena visibilidad, se baja todo el mundo y procedo al cambio.
En un momento dado aparecen dos niñas jugando al fútbol (encima son dos de mis niñas), yo alucino, echo la correspondiente bronca, requiso la correspondiente pelota y lanzo la típica amenaza. Vuelvo a la rueda.
Al final, sin grandes contratiempos, termino de cambiar la rueda. Me siento orgulloso, me giro para ver sus miradas de admiración ¿Y qué me encuentro? Un grupo de mujeres que me miran con preocupación.
-¿Qué pasa?-Les pregunto extrañado, según iba cambiando la rueda les iba explicando lo que hacía y parecían convencidas.
Nadie contesta, tampoco nadie se mete en el coche.
-¿Por qué no os metéis? Todo está bien, ha sido muy sencillo.
Miro a mi mujer buscando su apoyo. No veo su apoyo, lo que veo es como le da un empujón a la mediana, esta se adelanta y me dice sin anestesia.
-Lo que pasa es que no nos fiamos de ti, es la primera rueda que cambias, y todas preferimos que venga el de la grúa y que la cambie él.
Yo alucino, no entiendo que he hecho mal. Miro a mis mujeres, miro la rueda perfectamente colocada, vuelvo a mirar a mis mujeres y señalo la rueda, todos esto sin decir ni 'mu'. Como salvado por la campana, aparece la grúa, se baja el mecánico y le digo la verdad, le pido que verifque mi trabajo, y que hasta que no lo haga, mi tripulación amotinada no se va a subir al coche. El buen hombre me mira, sonríe, coge la llave, y empieza a apretar tuercas. Al minutos dice en voz alta:
-¡Todo perfecto! No hay ningún problema, ya pueden subir.
Miro con dolor a mi familia, van subiendo poco a poco, me dirigen sus ojos llenos de orgullo, pero llegan un poco tarde.
Cruzo la mirada con el de la grúa en un intento de buscar su apoyo moral. El sólo me da un papel a firmar mientras encoje los hombros.
Ejemplo 2:
Estoy ordenando el armario, voy colocando la ropa encima de la cama y la voy clasificando. En esto aparece la mayor, se para ante un montón de ropa y mientras lo señala me pregunta:
-¿Esto qué es?
-Pues el montón de la ropa de deporte.
-¿Y para qué lo tienes?
-¿Para hacer deporte?
-¿Tú?
-Si yo.
Antes de que la diga algo más, se marcha riéndose, no por lo 'bajini' si no a pleno pulmón.
Al rato aparece mi mujer, yo sigo con mi ropa y mis mismos montones, eso si, con un poco menos de convicción y de motivación.
-¿Esto qué es?- Me dice mientras me señala el montón de la ropa de deporte.
-¿De verdad? Es la ropa de deporte...
-¿Y para qué lo quieres?
La miro, cojo el montón de la ropa de deporte y lo tiro al fondo del armario. Ya lo ordenaré cuando me quede solo en casa. Así no hay quien pueda.
Ejemplo 3:
Viaje de vuelta a casa, mi mujer leyendo, la pequeña y la mayor roncando a pleno pulmón, La mediana, que no se duerme ni queriendo, está dibujando. En un momento dado me pasa un papel y me dice -Mira papá el dibujo que acabo de hacer-. Cojo el dibujo, veo que es un hombre musculoso al lado de una mujer y los dos rodeados de corazones.
-¡Qué bonito! ¡Qué bien he salido!
-¿Pero qué dices? ¡Si es el tío! Me he puesto a dibujarte, me ha salido muy cachas y me he dicho que no podías ser tú. A lo mejor si me hubiese salido con tripa...
Ejemplo 4:
Otro día, los mismos en el mismo coche, estamos casi todos despiertos. Ya no me acuerdo del motivo, pero me acuerdo que estaba aleccionando a la mediana, con el consiguiente riesgo para mi salud:-Mira guapa, las cosas hay que decirlas a la cara, así la gente puede corregirse y aprender.
-¿Cómo cuando tú nos dices algo que ha hecho mal mamá y no está ella delante?
La miro por el retrovisor, me devuelve la mirada, se sabe ganadora e intocable en ese momento.
Miro por mi ventanilla, calculo lo que me puede pasar si me tiro del coche en marcha, lo descarto y decido afrontar las cosas como un hombre de verdad.
-Cariño, no la hagas caso, ya sabes que es una liante- le digo a mi querida esposa mientras le pongo carita de pena.
-Papá no te sale la carita de dar pena. No tienes ni idea- me dice la lianta. La miro y encima la descarada me pone la dichosa carita, y para colmo, le sale de órdago.
viernes, 26 de febrero de 2016
¿Puedo decir palabrotas?
Una tarde tranquila en el coche, muy tranquila, mi mujer
mirando por la ventanilla, con la mirada perdida en el horizonte (un día duro
de trabajo). La mayor dormida en el asiento del medio, ya ha conseguido
“imponer” la paz a las 2 pequeñas. La mediana está sentada detrás de mi mujer,
también tiene la mirada perdida, está abrazada a una muñeca (cosa rara), está
pensando en sus cosas (peligro). La pequeña está con un pequeño cuaderno, está
escribiendo ¿Peligro?
En un momento dado, mi mujer me empieza a comentar unas
cosas que le ha comprado su madre. Parece que nadie nos está haciendo caso,
hasta que…
—La abuela está en
todos los detalles— dice la mayor aún con los ojos cerrados. Mi mujer y yo
nos miramos, esa mirada lo dice todo.
—Es verdad, ahora la
llamamos y se lo dices, que seguro que le gustará escucharlo de ti— le
digo.
Dicho y hecho, le paso el móvil a mi mujer y marca. Se pone
la mayor y están un rato hablando.
—Yo también quiero
hablar con la abuela —no grita, pero ametralla los oídos.— Yo también quiero hablar con la
abuelitaaaa.
—Anda guapa, pásale el
teléfono a tu hermana, que nos va a dejar sordos— digo en un intento de no
perder más oído.
—¡Hola abuelita! ¿Te
puedo decir una palabrota?
Silencio en el coche…
—Abuelita ¿No quieres
que te diga una palabrota?
Más silencio en el coche, cruce de miradas entre esposo y
esposa, mayor y mediana, padre y mayor, mediana y padre, esposa y esposo y por
fin, padre y palabrotera.
—Vale, pues te la digo
¡JODER!
Aún más silencio en el coche, nadie se ríe. Pero los 4 “no
palabroteros” tenemos una sonrisa en la boca. No hay que reírse que si no es
peor.
—¡Que te quiero mucho
abuelita! ¡¡JODER!!
—Anda guapa, pásale el
teléfono a tu otra hermana, que aún no ha hablado con la abuela— si la
distraigo a lo mejor se olvida.
—Vale, joder— pues
va a ser que no.
La mediana se pone al teléfono con la abuela, la mayor
vuelve a cerrar los ojos, la pequeña se pone a escribir mientras dice por lo
bajo.
—J O D E R R R
Mi mujer y yo, ya hemos pasado por esto 2 veces, es una fase
normal, toca “relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor” o donde sea.
—¿Qué tal el día? Ya
veo que mucho trabajo ¿No?— Empiezo una conversación, por eso de poner
palabras de por medio.
—J O O O D E R—
suena por detrás
—Pues sí, mucho lío
—Jo jo jo jo derrrrrrr—
está probando con distintas entonaciones.
—Ánimo guapa, que ya
queda menos para el fin de semana— le digo a mi mujer, estamos los dos
conteniendo la risa.
Miro por el retrovisor y la mayor se está haciendo la
dormida, tiene el cuello del abrigo en la boca para contenerse la risa, le
asoman unas lágrimas de esfuerzo por no reírse. La mediana está a lo suyo,
curioso.
—Papá ¿Os puedo
escribir palabrotas?— Esto es nuevo, no me lo esperaba, miro a mi mujer,
que por lo menos sea consensuado. Ella me corresponde levantando los hombros.
Es nuevo para los dos.
—¿Vale?— Ya tengo
curiosidad. Miro otra vez por el retrovisor, y la mayor ha abierto un ojo y
está mirando a lo “pirata” a su hermana.
—Toma Papá— cojo
la agenda con la soltura que da conducir un coche con 3 fieras durante años y
se la paso a mi mujer.
—Francamente, está muy
bien— comenta ella.
No aguanto más y miro el cuaderno, efectivamente, es un
JODER con todas las letras perfectamente legible.
Le pasamos el cuaderno y se pone a escribir más palabrotas
con una soltura que da miedo. Mi mujer y yo volvemos a hablar. En un momento
dado nos dice la pequeñaja.
—¿Cómo se escribe el
sonido “PUT”?
—¿Cómo suena?— Le
decimos a coro mi señora y yo. La mayor se parte de risa, ni dormida ni leches.
—¡Gracias!— Y se
pone a escribir.
Al rato nos pasa el cuaderno; joder, JODER, Joder, caca,
cacaputa, pisputa, mierda. Hay que reconocer que escribe muy bien la niña, se
entiende todo a la perfección, le devuelvo el cuaderno mientras le digo:
—¿Por qué no escribes
palabras bonitas y se las enseñas a tu hermana mediana? Que al final nos vamos
a chocar con tanta distracción.
—Vale, una última
palabrota y después palabras bonitas.
Se pone a escribir y le pasa el cuaderno a la mediana.
—¡Papá! ¿Sabes lo que
ha escrito? ¡Papaputa! —Exclama ofendida la mediana— ¡Anda pásame el bolígrafo!
La miro con satisfacción, va a defender mi honor.
—¡Anda pásamelo! Que
no has puesto el acento a papá…
Otro día me defenderá, si eso…
lunes, 4 de enero de 2016
Lo reconozco, no soy el mejor padre
Cuando me enteré hace ya 10 años de que iba a ser papá, me propuse ser un buen ejemplo para mis hijos, al final he conseguido ser un ejemplo a no seguir para mis hijas, que no es poco, por lo menos ya saben lo que no hay que hacer, pongo unos ejemplos:
1. Vamos a la biblioteca, a la sección infantil, las dejo mirando libros y me voy a la sección de mayores (que no de adultos, que suena mal) a coger unos libros, cuando vuelvo me las encuentro con varios cómic, los ojeo, me acerco a la estantería donde estaban y cojo dos más y se los pongo en su montón, sin decir nada, al llegar a casa los saco de la bolsa y me los llevo a mi cuarto (eran juveniles, mal pensados):
Al día siguiente, se me acerca la mayor por la espalda y me dice:
-¿Qué tal los cómic que nos has hecho cogerte de la sección infantil? ¿Pensabas que no me iba a dar cuenta...?
-Te lo puedo explicar...
-Mejor déjalo.
2. Un día por la mañana, uno de esos que uno se levanta con el pie un poco más torcido, después de echar unas cuantas broncas, al poco, viene la mediana y mientras pasa a mi lado, dice en voz alta pero sin dirigirse a nadie en concreto:
-Hay que leer más Súper Humor (los cómics de Mortadelo y Filemon), así uno está más alegre.
3. Ya es hora de irse a la cama, mientras las niñas se cepillan los dientes, yo enciendo la 'Play', cargo el Battlefield 4, me coloco los cascos con micro y me meto en una partida donde tengo un amigo:
-¡Buenas noches Thibor! ¿Qué tal la partida?- Digo a mi amigo de batallas.
-Difícil, pero podemos remontar ¿Ya has acostado a tus mujeres?
-En eso estamos. Tardan un rato en cepillarse los dientes.
Y entre tiros, conquistas de banderas y más tiros, al final las niñas se terminan de cepillar los dientes y van pasando por mi lado en dirección a su cuarto. Se meten en su cama y empieza el cachondeo:
-¡Pero me queréis hacer caso! A dormirrrr.
-¿Perdona?- Me dice mi amigo a 500km y a través de Internet y de mis cascos.
-No, no, es a mis hijas.
Sigo con los tiros, remontando la partida, que para eso mi amigo y yo ya somos veteranos. Miro a mi izquierda, y veo que mi hija de cinco años, está al lado con los brazos en jarra y moviendo los labios, como veo que no soy capaz de leerle los labios, por mucho que gesticule, me quito los cascos y empiezo a escuchar su dulce voz enojada:
-¿Hoy nos nos das un beso?
-Si claro, ahora mismo voy.
Aprovecho, unas de las raras veces que consiguen matarme (en el juego) y me voy a dar un beso de buenas noches a mis hijas. Primero a la pequeña, beso en la frente, la coloco bien el oso de peluche tamaño natural. Después a la mayor, que está en la litera de arriba, beso y caricia en el pelo, y por último a la mediana, que está en la litera de abajo, beso con abrazo.
-Papá, hoy lo haces rápido, para que no te maten ¿No?- Me dice con ojos redondos, a lo dibujo japonés.
Antes de encontrar una la respuesta, empiezo a escuchar unas risas en mi cabeza, pienso que me estoy volviendo loco:
-Que no has silenciado el micrófono- me dice mi amigo que sigue a 500km y que ahora mismo está muerto de la risa.
4. Estos días de vacaciones, uno se acuesta un poco más tarde y se levanta un poco más tarde, cosas de la Play Station. Pues cuando uno tiene hijos, esos detalles pasan factura, ya que mientras estás durmiendo, sientes una agitación, mal abres los ojos y ves a una niña de 7 años que te zarandea sin misericordia, solo consigues balbucear un:
-¿Qué pancha?- No es una errata, todos hablamos mal nada más despertarnos.
-¿Como que qué pancha? ¿Has visto las horas qué son? -Dice mientras señala su reloj nuevo. Ya sabía yo que me iba a traer problemas ese reloj.- Y nosotras sin desayunar, claro que después no nos da tiempo a ir al parque. ¡Vamos arriba perezoso!
Al final hice lo que hace todo el mundo en estos casos:
-Mamá déjame un rato más, que mañana no hay colegio...
Por cierto, no he tenido nada que ver con la desaparición de su reloj, lo juro.
4. A consecuencia del punto anterior, pasa el punto actual. Hora de la siesta, estoy durmiendo la siesta, vuelvo a sentir una agitación, menor agitación, pero agitación al fin y al cabo, mal abro los ojos, y me encuentro a una niña de 5 años que mientras me zarandea me dice:
-Es la hora de la merienda, y no hemos merendado, tienes que levantarte y preparar la merienda.
-Si claro, ahora mismo- y me doy la vuelta mientras me hago un ovillo.
-La merienda, la merienda, la merienda, la merienda, la meriendaaaaaaaaaaa.
-Vale, tú ganas- me destapo y sacó una pierna de la cama. Ella se da por satisfecha y sale del cuarto cerrando la puerta, espero oír sus pasitos alejarse de mi cuarto y cuando compruebo que se ha marchado, vuelvo a meter la pata (en la cama) y me vuelo a tapar.
Se abre la puerta, aparece una cabeza como de unos cinco años y empieza a gritar:
-¡La meriendaaaaaaaaaaaaaa! ¿Pero qué haces aún en la cama? ¡Arriba que la merienda no se hace sola!
5. Una del coche. Volvemos todos a casa después de un largo día, yo estoy chistoso y me empiezo a meter con las 2 mayores. Con la pequeña no, ya que no entiende la ironía y para complicar la cosa, nos está contando un chiste de los cortos, de los que duran cuarenta y cinco minutos, cuando está en 'trance de chiste' es mejor no interrumpirte o si no empieza de nuevo.
En un momento dado, cometo un error y gasto una broma a la mediana sobre novios y esas cosas, bromas que por otro lado, a mí no hacen mucha gracia. Sigo con la gracia y por el rabillo del ojo, veo a través del retrovisor interior, que se está formando una borrasca en el asiento de atrás:
-Oye papá, por qué por las mañanas, cuando no te oye mamá te pones a refunfuñar y a decir cosas malas de ella.
De repente se hace un silencio sepulcral en el coche, tanto será, que la pequeña deja de contar el chiste, lo nunca visto. Siento 4 pares de ojos clavados en mi nuca y en mi oreja derecha, el par de ojos de la oreja derecha son los que me preocupan. No se me ocurre nada y utilizo la técnica evasiva de subir la música.
-¿Papá, no me has oído? ¿Qué refunfuñas por las mañanas?
-Pero mira que eres bromista hija, ja ja ja.
-Tu sabes que no lo soy.
-Pues a lo mejor te castigo, ja ja ja.
-Yo creo que NO -dice una voz femenina que procede de mi lado derecho-, creo que no vas a ser hoy tú las castigada hija...
martes, 20 de octubre de 2015
Domingo por la mañana
Domingo por la mañana, lo reconozco, me acosté tarde echándome una
partida a la Play, una partida muy larga. Toca despertarse, vamos a ir todos a
misa y después desayunamos en una cafetería.
Mi mujer ya lleva un rato despierta, ya está vestida y está organizando el jaleo mañanero. Yo estoy despierto pero con los ojos cerrados, por eso de la molesta claridad…
—¡Vestiros por favor! ¡Termina de desayunar! ¡Recoge eso!— Oigo a mi mujer decir en el salón.
—¿Y papá?— Pregunta la mediana sin ninguna doble intención...
—Anda, no me…
—¿Mamá por qué papá se puede despertar tarde y yo no?— Dice la mayor muy indignada, si por ella fuese se habría despertado el lunes por la tarde.
—¿Mamá estoy guapa?— Dice la pequeña con una energía desbordante. Esta se despierta ya a tope.
Mi mujer ya lleva un rato despierta, ya está vestida y está organizando el jaleo mañanero. Yo estoy despierto pero con los ojos cerrados, por eso de la molesta claridad…
—¡Vestiros por favor! ¡Termina de desayunar! ¡Recoge eso!— Oigo a mi mujer decir en el salón.
—¿Y papá?— Pregunta la mediana sin ninguna doble intención...
—Anda, no me…
—¿Mamá por qué papá se puede despertar tarde y yo no?— Dice la mayor muy indignada, si por ella fuese se habría despertado el lunes por la tarde.
—¿Mamá estoy guapa?— Dice la pequeña con una energía desbordante. Esta se despierta ya a tope.
—Anda, pregúntale
a tu padre y así lo despiertas de paso— el tono de mi mujer denota fatiga y eso
que por decirlo así, aún no ha empezado el día.
Menos de un
segundo después se abre la puerta, por la luz que entra del pasillo se dibuja
la silueta de una niña de 5 años, bueno una niña o un león pequeño, menudas
melenas. Por lo que se ve se ha vuelto a hacer una “sesión de peinado”.
—¿Papá estoy guapa? ¿Estoy guapa?
Dice mamá que ya es hora de levantarse, que has dormido mucho, que me prepares
el desayuno y que me compres algo a la salida de misa.
—Buenos días cariño, te he oído ha…
—¡Buenos días papa! ¿Estoy guapa?
—Sí cariño, mucho, pero ahora te
peino de verdad, o por lo menos lo intento. ¿Me dejas terminar? Te he oído
hablar con mamá y no te ha dicho eso— después de escuchar el “sí
cariño”, la niña ya había desaparecido, por lo que se ve, lo que dije
después del “sí cariño” fue durante
mi parpadeo de ojos y esto me impidió ver como la niña desaparecía del cuarto
en absoluto silencio.
Me levanto, y salgo a la tranquilidad del salón; la pequeña se está “peinando” aún más. La mediana está negociando con mi mujer la ropa que ponerse, ella es partidaria de ir en pantalón corto, mi mujer de pantalón largo, por eso de estar en invierno. La mayor, en el cuarto de baño, cambiándose. Como he sido lento, me toca esperar, y mucho…
Después de
la típica lucha mañanera, conseguimos salir con tiempo de sobra, con la pequeña peinada, con la mediana
vestida de invierno y con la mayor ofendida por esa distinción padre/hija a la
hora de levantarse.
Después de
una misa más o menos tranquila, de un desayuno familiar, con lectura del
periódico incluido y de disfrutar de un agradable paseo, toca comprar. Sí, es
domingo, pero se le ha roto a la mediana los zapatos y el único sitio abierto
que los venden es el Carrefour.
Yo cuando
era pequeño, no entendía a Don Pantuflo, el padre de Zipi y Zape, pero
ahora, ahora me veo absolutamente identificado con su drama a la hora de
comprar zapatos.
Dejo a mi
mujer y a la pequeña en casa y me voy con las dos mayores a comprar. A la que se
va por zapatos, al final se termina comprando de todo un poco. En la sección
refrigerada tengo a cada niña revisando una sección diferente, yo estoy un poco
más alejado, con los quesos concretamente.
—¡Papá sé un buen padre!— Me grita la mediana desde la otra
punta del pasillo, os recuerdo que estamos en el Carrefour, con eso pasillos
tan largos…
Antes de
mirarla, me dedico a mirar a la gente que hay en el pasillo, por eso de la
custodia paternal que a este paso voy a perder. Como me temía todo el mundo
está mirando a la niña he intentado localizar al padre de la misma.
—¡Papá sé un buena padre!— Sigue gritando la niña mientras me
enseña un fuet.
Dejo el
queso en su sitio y me voy corriendo antes de que llame la atención de los de
seguridad.
—Papá sé un buen padre y cómpranos
fuet— la iba a
regañar por el numerito que ha montado; pero como lo ha hecho sin darse cuenta,
me ha puesto cara de “soy buena” mientras abraza el fuet, y como el fuet está
rico, al final no la regaño y termina el fuet en el carro.
El resto de
la compra ha sido tranquila, muy tranquila. Pagamos, y al salir, pasamos por la
tienda de mascotas, parada obligatoria.
—¿Papá cuando nos vas a comprar 2
hámster?— Preguntan
a coro.
—Cuando seáis más ordenadas. Por
cierto creo que dos hámster no van a ser buena idea, a mi compañero del trabajo
se le murió la serpiente y entonces no podremos darle las crías.
—¿Para qué quería tu compañero las
crías?— Pregunta
inocentemente la mediana.
—¿Para qué
va a ser? Para dárselas de comer a la serpiente.
—¿Pero a ti qué te pasa? ¿Qué locura
es esa? ¿Y tus sentimientos?— Me regaña en voz alta. Otra vez la gente se gira para ver a
la niña y al padre de la niña
—Papá, podríamos comprar 2 hembras,
además se iban a llevar mejor— dice la mayor muy
seria. La miro, veo que lo dice en serio y por tanto no veo procedente gastar
ninguna broma sobre encerrar a dos hembras en la misma jaula, por eso y porque
estoy en minoría…
—Pues no es mala idea, lo haremos
así, pero como sigáis a este paso, mi compañero del trabajo se vuelve a comprar
otra serpiente…
Miro el
reloj, las 12.30, no está mal. A este paso me puedo echar la siesta y todo…
viernes, 2 de octubre de 2015
La mayor está perdida ¿La mediana también?
Tengo que reconocer que con la mayor apenas tengo problemas últimamente,
está en la fase en la que ignora, y cuando no me ignora, me evita. Por tanto no
hay muchos motivos de confrontación ¿O sí?
Cuando se acuerda de mí, tiemblo de verdad. Esta las “tira a
dar”. Por ejemplo, están las dos mayores hablando de quién es mejor jugando en
la Play, están hablando entre ellas, yo estoy cerca, haciendo como que no estoy
atento. Mejor saber por dónde me van a atacar.
—Pues yo soy mejor—
dice con razón la mayor.
—Ya, pero papá sí que
es el mejor en la Play— la mediana últimamente está muy cariñosa conmigo.
Mola.
—Puede ser, no diré
que no. Pero el otro día le gané jugando al ajedrez, le machaque jugando al
fútbol y encima hace meses le dejé 50€ para la reparación de la caldera, y aún
no me los ha devuelto— según decía esto, me buscaba con la mirada, pero yo
ya no estaba allí, estaré “gordito” pero se me da bien desaparecer cuando la
situación lo requiere.
Estuve un rato “desaparecido” pero no lo suficiente. En un
momento me tuve que dar un paseo con la mayor para hacer unas gestiones, nos
ponemos a hablar de la vida, de los encargos, etc.
—Oye, podemos hacer un
trato, si haces estas cosas bien y me echas una mano, te doy un euro por ellas
¿Te parece?— Le digo medio broma, medio en serio.
—Muy bien, pero “esos”
euros no reducen la deuda de los 50€, es un dinero diferente. Que te voy
conociendo— me dice sin mirarme.
—Oye, mejor lo
dejamos, yo en este ambiente de desconfianza no puedo cerrar ningún trato— le
digo mientras entramos en casa, no la dejo ni contestar y vuelvo a desaparecer,
le estoy cogiendo el truco a esto.
Ya por la noche, toca cepillar los pelos, esta vez me pide
ayuda ¿Sería una excusa? La diferencia frente a otras veces, es que también estaba
la mediana. Esta estaba sentada, escuchando la conversación que teníamos la
mayor y yo. La conversación era tranquila e inocua, las mejores, fijo que salía
escaldado de ella. En un momento dado, nos interrumpe y me pregunta:
—Entonces papá
¿Podemos ir a casa de la tía?— Pregunta sencilla, fijo que no hay
problemas.
—No veo ningún
problema, claro que sí— contesto, ante todo seguridad, además era sencilla
la respuesta.
—¿Seguro? ¿No tienes
que preguntar a mamá si podemos ir?— Pregunta la mayor, con ese tono que
todos conocemos, ese tono que indica que no tenía que haberla dejado con la
palabra en la boca antes… Me mira a través del reflejo del espejo con sus ojos
color chocolate. Chocolate fuerte, que tienen un brillo de desafío…
Cierro la puerta del cuarto de baño. No me gusta por donde
va la conversación, a ver si me van a oír el resto de mujeres…
—No. No le pregunto
todo a mamá— fijo que las he convencido.
—Es verdad, hay veces
que no pregunta. Por ejemplo cuando… Seguro que no pregunta siempre, ahora no tengo
ningún ejemplo— la mediana le ha puesto intención ¡Pero mira qué guapa es!
—¿Lo ves?— Digo
sin darme cuenta que la he “cagao”, acabo de demostrar un punto débil. La mayor
ya está perdida, ya me ha “calao”. Miro a la mediana, intentar buscar en sus
ojos esa ingenuidad que dan los 7 años, esperando que no se haya dado cuenta.
Tarde, ha visto por donde atacarme en un futuro. Me sonríe con inocencia, pero
ese brillo gatuno en los ojos…
—Serán las excepciones
¿Qué queremos jugar a la Play? Preguntas ¿Qué queremos ver la tele? Preguntas
¿Qué querem…? ¡¡¡Ay!!!
—Perdona cariño, se me
ha enganchado el cepillo en el pelo. Menudo tirón tonto que te he dado. Ya lo
siento…— Le digo mientras la miro por el espejo con cara compungida.
—¿Qué queremos…?
¡¡¡Ay!!! ¡¡¡Lo estás haciendo aposta!!!
—¿Yoooo? qué va— mientas
los digo, miro a la mediana, no ha dejado de mirarme ni un solo momento, no ha
dejado de aprender. Miedo me da dentro de 2 años…
Por cierto, no pregunto todo a mi mujer, la mayor es una
exagerada…
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